3. ¿Cómo podemos tener una percepción unificada de la realidad?
Todas las percepciones que nos llegan a través de los órganos de los sentidos, de naturaleza y contenido muy diverso, se combinan con nuestros pensamientos. Aun más: los órganos de los sentidos están formados por miles de células receptoras que envían, cada una de ellas, su propio mensaje al cerebro. En cada instante dado, sin embargo, no tenemos un cúmulo de experiencias que se nos solapen de manera caótica, sino que todas las entradas sensoriales y los pensamientos se unifican en una experiencia fenomenológica única, que en neurociencia cognitiva se denomina qualia. Y este es el misterio. ¿Cómo se combinan rápidamente todos los impulsos eléctricos para traducirse en impresiones subjetivas como el gusto, el color o el dolor? ¿Y cómo lo hace el cerebro para integrarlo todo de manera armónica y dinámica en una percepción unificada pero subjetiva de la realidad?
4. ¿Por qué podemos ser conscientes de nuestra consciencia?
La autoconsciencia es el proceso cognitivo que nos permite ser conscientes de que somos conscientes, lo que permite que podamos interpretar el mundo de manera reflexiva. Curiosamente, es la única característica mental que no perdemos nunca. Se han estudiado muchos casos de personas que, a causa de un traumatismo, un accidente vascular, una operación quirúrgica o una enfermedad neurodegenerativa han sufrido la pérdida de alguna característica cognitiva, según la zona del cerebro afectada. No obstante, nunca se ha hallado un caso en que una persona haya perdido la capacidad de percibirse como sujeto individual diferenciado del resto. Hay diversas áreas cerebrales implicadas, todas necesarias, pero ninguna suficiente por ella misma, de manera que esta facultad reside en las conexiones dinámicas, pasajeras y fluctuantes que se establecen. Y es justo aquí donde reside el misterio. Si la actividad es dinámica, fluctuante y pasajera y, por lo tanto, aparentemente lábil, ¿por qué nunca dejamos de ser conscientes de nuestra propia existencia?
5. ¿Qué hace el cerebro cuando descansamos, o estamos distraídos y absortos?
El cerebro en reposo, es decir, cuando descansamos o estamos distraídos, absortos, tiende a disminuir la actividad y aprovecha el tiempo para regenerarse: elimina sustancias tóxicas o rehace conexiones neuronales, entre otras cosas. Sin embargo, las regiones implicadas en la autoconsciencia mantienen la actividad intacta o incluso parece que la incrementan, lo que comporta que, proporcionalmente, cuando estamos en reposo estas zonas estén mucho más activas que el resto. Esto se denomina red de funcionamiento por defecto. Dicho de otro modo, para saber quién somos es mejor sentarnos tranquilamente que mirarnos al espejo. ¿Por qué estos estados de relajación y reposo, como los que proporcionan estar absortos o meditar, reforman la percepción del yo?
6. ¿Por qué no podemos conocer la realidad tal como es?
Hay gran cantidad de experimentos que demuestran que siempre percibimos la realidad de manera subjetiva. Uno de los más clásicos es el denominado experimento de la mano de goma. Mediante un juego de espejos se hace creer a una persona que una mano de goma situada a continuación del reflejo de su brazo es realmente su mano. Si entonces se pincha la mano de goma, el sujeto percibe un pinchazo que no ha recibido. Dicho de otro modo, nuestra experiencia de la realidad no se basa únicamente en lo que transmiten los sentidos, sino también en las expectativas que tenemos, y se ve muy influenciada por las experiencias previas e, incluso, por las creencias. Por este motivo, cada persona percibe una misma situación de manera ligeramente diferente. ¿Por qué el cerebro no nos permite conocer la realidad tal como es?
Completamos las 10 preguntas en la próxima entrada
Las preguntas son viajeras, nos llevan más allá del lugar donde empiezan y se extienden en redes de mayor tamaño para capturar nuestra atención. Te esperamos en la última etapa.
El neurocientífico Ignacio Morgado es el autor del libro ‘Materia gris. La apasionante historia del conocimiento del cerebro’.
Ignacio Morgado es catedrático de psicobiología en el Instituto de Neurociencias y en la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Barcelona.
¿Cuándo se empezó a interesar la ciencia por el cerebro? ¿Desde cuándo sabemos que la razón y los pensamientos provienen del cerebro? ¿Cómo y por qué se producen las enfermedades mentales? ¿Es el cerebro tan desconocido como se dice? Estas y otras muchas respuestas las encontraremos en ‘Materia gris. La apasionante historia del conocimiento del cerebro’. Su autor, Ignacio Morgado, es catedrático de psicobiología en el Instituto de Neurociencias y en la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Barcelona, además de uno de los neurocientíficos más prestigiosos de España. Después de escribir libros como Emociones e inteligencia social, Aprender, recordar y olvida o La fábrica de las ilusiones, se adentra de lleno en la historia de cómo el ser humano ha llegado a conocer todo lo que hoy sabes del cerebro, una historia que apasionará tanto a curiosos como profesionales.
Después escribir libros sobre las emociones, los sentidos… ¿Cómo se le ocurrió hacer una historia sobre el conocimiento del cerebro y la mente humana?
Porque recoge toda la historia de mi especialidad, que es la psicobiología. Yo soy neurocientífico y todo lo que he estudiado y sobre lo que he escrito tiene una historia, y me pareció que estaría bien escribir sobre de dónde viene el conocimiento de las cosas que sabemos. Hace ya unos años, cuando oposité a la cátedra preparé ya una historia de conocimiento sobre el cerebro y hace un tiempo me pareció que era interesante publicarla. La actualicé, la corregí durante casi tres años… e intentado que no sea excesivamente larga ni densa, porque meter 20 siglos en un solo libro sin que sea muy denso ni incompleto ha sido complicado. Pero como tiene un índice muy bien hecho, se pueden consultar solo partes o personas que te interesen, como un libro de referencia, si no quieres leértelo como una novela, que también se puede.“Bailar sirve para prevenir una serie de alteraciones a nivel cognitivo, y además es divertido y motivante”
¿A quién va dirigido?
A mucha gente. Primero para los neurocientíficos, profesores, profesionales sanitarios, psicólogos, estudiantes… como un libro de consulta. Además, está redactado de tal forma, y tiene tantas anécdotas para que puede resultarle interesante a cualquier lector al que le atraiga el tema del cerebro, los sentidos, las enfermedades mentales… porque ayuda a entender muchas cosas del cerebro y la mente humana sin necesidad de profundizar. Para escribirlo, me he basado en los textos de grandes estudiosos, como Mary Brazier, he trabajado esos libros y he hecho síntesis, porque, evidentemente, no podía ir a las fuentes primarias, me habría llevado toda una vida.
El cerebro es, junto con el corazón, el órgano que más interés ha despertado, ya no solo a nivel médico, sino también espiritual, emocional, filosófico… ¿Por qué?
Al principio llamó más la atención el corazón, porque el cerebro es un órgano discreto, que está escondido en el cráneo, no se ve, no se siente… todo lo contrario que el corazón, que está pegando en el pecho continuamente para recordarnos que está ahí. Además, es rojo, bonito… el cerebro es tosco, feo… por eso en un principio nadie pensó en el cerebro como el órgano de la mente, la razón, los sentimientos, sino en el corazón. De hecho, un gran pensador como Aristóteles pensaba que el cerebro era un refrigerador porque el corazón -que era el que provocaba las emociones, pensamientos…- cuando se apasionaba mucho, calentaba demasiado la sangre, que tenía que subir al cerebro para que este la enfriara.
“Soy optimista, creo que es posible encontrar una cura para las enfermedades neurodegenerativas y mentales, pero no sabemos cuándo”
De hecho, en el libro asegura que “no hay ninguna señal, sentido o sentimiento especial que nos indique, ni siquiera de manera intuitiva, que pensamos con lo que hay dentro de nuestra cabeza’. ¿Por eso pensaban los antiguos que era el corazón, y no el cerebro el responsable de nuestros pensamientos?
Claro. Ahora lo damos por hecho porque lo sabemos, y pensamos que es una sensación que tenemos, pero no es así. El cerebro no nos da ninguna señal de que es él el que piensa. Sabemos que pensamos con el cerebro porque nos lo han dicho desde niños, pero si no nos lo hubiera demostrado la ciencia, no lo sabríamos, porque no hay ninguna señal intuitiva de que sea así, por eso pasaron siglos hasta que se demostró que es el cerebro con lo que pensamos.
También asegura que “la idea de que no puede demostrarse nada más que la existencia de la propia mente no es tan descabellada como parece”. ¿Mente y cerebro son la misma cosa entonces?
Científicamente no es cierto que la mente y el cerebro sean cosas distintas, porque la mente, la razón, los pensamientos… resultan del funcionamiento del cerebro, son como el movimiento y la rueda. Y la prueba más contundente es que si se daña el cerebro, la mente se daña o se altera. Lo que ocurre es que hay una parte de la mente, que es la conciencia, la subjetivad…. que la vivimos como algo que va más allá de lo material, de la ciencia, y eso hace que la gente tenga pensamientos trascendentales, religiosos… Esto puede incluso tener hasta un sentido biológico, porque cuando la gente cree, se siente más motivada para vivir. Yo soy científico y no creo en nada sobrenatural, pero no le quitaría nunca a nadie su fe.
Después de estudiar la historia del conocimiento del cerebro en profundidad, de todas las teorías e hipótesis sobre el cerebro. ¿Cuál cree que es la más descabellada?
Pues una muy interesante es una de un médico de origen griego, Galeno, que decía que dentro del cuerpo había espíritus naturales, que se iban transformando a medida que pasaban por los nervios para cumplir su función… y lo curioso que esas ‘cosas’ existen, pero con las hormonas, los neurotransmisores… Estaba acertado, pero la ciencia de aquella época no tenía capacidad para detectar cuales eran esos ‘espíritus’. Y bueno, la del refrigerador de Aristóteles, que es preciosa y apasionante.
El cerebro lo han estudiado distintas ramas de la medicina (psiquiatría, neurología…) y otras ciencias, como la psicología, la filosofía… ¿Cuál ha averiguado más cosas sobre este órgano?
La neurociencia básica, que es con la que se ha aprendido en un laboratorio cómo funciona el cerebro a base de hacer experimentos. Luego está la clínica, que tiene un gran problema, porque a pesar de que sabemos mucho del cerebro y de cómo funciona, hay enfermedades neurológicas que no podemos curar.
«No es cierto que la mente y el cerebro sean cosas distintas, la mente resulta del funcionamiento del cerebro»
¿Sigue siendo el cerebro un órgano misterioso, del que parece que nos queda mucho por saber?
Eso es un gran mito. Nos queda por saber, claro, pero no tanto como se piensa. Sabemos mucho sobre el cerebro, se ha escrito muchísimo sobre él y hay montones de laboratorios que siguen investigando, sobre todo sobre las grandes enfermedades neurológicas para poder encontrar una cura.
Como neurocientífico, ¿qué cree que lo más importante del cerebro que aún nos queda por conocer?
Lo más interesante sería descubrir cómo la materia se convierte en imaginación, la subjetividad… pero sospecho que nuestro cerebro no tiene capacidad para saberlo. Lo que sí creo que llegaremos a saber es qué es lo que hace que un cerebro esté consciente, algo importante, por ejemplo, para saber qué cambios físicos tiene que haber en un cerebro para que este vuelva a despertar cuando esta inconsciente. Aunque lo más importante a nivel práctico, y no por curiosidad científica, sería saber cómo curar las enfermedades mentales, neurodegenerativas porque, además, con el envejecimiento de la población, cada vez tenemos más posibilidades de padecerlas.La Salud realiza de forma sistemática estudios cerebrales cuantificados capaces de valorar la evolución de la demencia
¿Es esa la gran asignatura pendiente en las neurociencias?
Sin duda, porque enfermedades como el Huntington, Alzheimer, Parkinson… se pueden paliar, pero no se pueden curar a pesar incluso de que de muchas de ellas sabemos la causa. El Parkinson, por ejemplo, sabemos que tiene su origen en la falta de dopamina, y se trata con fármacos, pero no somos capaces de dar con un tratamiento para que las personas no lo sufran.
¿Es optimista en este sentido?
Yo soy optimista y creo que es posible encontrar una cura para estas enfermedades, pero no sabemos cuándo. Hoy mismo, por ejemplo, ha surgido una noticia sobre que cierto tipo de radiaciones pueden crear una respuesta inmunológica que reduce las placas que provocan el Alzheimer. No es una cura, pero puede ser un paliativo importante, así que no dejamos de descubrir cosas cada día que nos van a ir ayudando poco a poco. La ciencia trabaja constantemente, e incluso sin buscar soluciones concretas, como pasó con la penicilina -que se descubrió por casualidad-, surgen nuevos descubrimientos y curas. Pero claro, para eso la ciencia tiene que estar trabajando y se tienen que dar las condiciones para que estos descubrimientos se den.
usan, su hija mayor, es CEO de YouTube; Janet, profesora de pediatría en la Universidad de California en San Francisco, y Anne, la menor, fundadora y CEO de la compañía de pruebas genéticas 23andMe. Nada más.
Cuando las tres hijas deEsther Wojcickieran pequeñas, las dejaba decidir, a cada una y por turnos, qué iban a hacer en familia el fin de semana, también las dejaba decorar su cuarto como ellas quisieran, aunque metieran una (nada práctica) alfombra de peluche fucsia. “Confiaba en ellas y las dejaba tomar decisiones”.
Pero cuando evidentemente se equivocaban, Esther las sentaba, les explicaba qué habían hecho mal y les pedía que escribieran un “trabajo” sobre el tema, las hacía reflexionar, cuenta en entrevista durante el enlightED, un evento organizado por la ieUniversity que reúne a destacados expertos mundiales en educación, tecnología e innovación.
Hoy, sus hijas ocupan puestos de liderazgo. Susan, su hija mayor, es CEO de YouTube; Janet, profesora de pediatría en la Universidad de California en San Francisco, y Anne, la menor, fundadora y CEO de la compañía de pruebas genéticas 23andMe.
Esther es periodista y profesora estadounidense, educadora y vicepresidenta del consejo consultivo de Creative Commons. Es autora de Moonshots en la educación: Nuevas tecnologías y aprendizaje mixto en el aula y How to raise successful people.
En este último libro habla de su método TRICK: trust, respect, independence, collaboration and kindness (confianza, respeto, independencia, colaboración y amabilidad). Son esos cinco elementos los que ella utilizó para educar a sus hijas. “Desde 1968, cuando nació mi primera hija, intenté todos estos métodos en ellas, algunos funcionaron y otros no. Hubo mucho caos en mi casa”, cuenta.
Sobre la confianza y la independencia, asegura que tanto en la casa, como en la escuela y en las oficinas: “las personas deben sentir el poder de seguir sus sueños, para que sean personas felices. Si el 50% de tu tiempo puedes confiar en ti mismo, entonces serás feliz”.
Muestra de ello, detalla, es que Google, una de las empresas donde las personas se sienten más felices, les da a sus empleados 20% de su tiempo para ocuparse en proyectos propios, de ahí surgió Gmail.
De la misma forma, Esther tiene un proyecto para dejarle a sus alumnos ocupar el 20% de su tiempo para ocuparse en lo que deseen. “Así les ayudas a sobrevivir el resto del día en la escuela, porque le dan sentido a su presencia”.
En el tema de colaboración, Esther explica que el 95% de las personas que inician un curso en las plataformas de educación en línea, lo dejan con el paso del tiempo. Por el contrario, YouTube es el sitio número uno de tutoriales hechos por personas para aprender cualquier cosa.
Así pasa en las escuelas, “el mejor maestro de un niño es otro niño, aunque el aprendizaje no es tan rápido, pero para que se dé la colaboración deben dejar de compararlos y dejar de crear competencia entre ellos”.
Cuando habla de amabilidad, dice, que es como en los bienes raíces: un buen negocio depende de ubicación, ubicación y ubicación. En las escuelas, un buen maestro, dependen de: relaciones, relaciones y relaciones. “Si el maestro puede conectar con el estudiante, se crea empatía y un interés por sus alumnos”.
“Creo que mis hijas lograron tener exitosos académicos y profesionales porque tuvieron el sentimiento de poder hacerlo, hubo respeto y confianza en sí mismas”, explica.
Para contribuir a que más mujeres lleguen a puestos de dirección o emprendan, Esther sugiere que “los padres empiecen desde temprana edad y les enseñen, al igual que lo hacen con los hijos varones, a que pueden cometer errores y no tiene que pedir perdón todo el tiempo, que no tienen que agradar a todo mundo. Hay personas, muchas mujeres, que no son capaces de perdonarse a sí mismas, si cometen un error.”